Mide veinticinco kilómetros de diámetro, viaja a setenta y nueve mil kilómetros por hora y pesa… Pesa mucho… Impactará contra la provincia china de Hubei, a unos treinta kilómetros al norte de la ciudad de Xiangyang en poco menos de seis años… Con un error de veinte kilómetros cuadrados. Lo han bautizado como Martillo de Dios, y es un cometa. Un destructor de mundos.
Solo hay un medio de salvarse de Martillo de Dios: alejarse lo más posible del impacto, enterrarse bajo cinco metros de tierra, rocas y hormigón, con todo lo necesario para sobrevivir dos años, y siempre en terrenos muy alejados del mar. Pero hay dos opciones.
La primera es construir enormes pero pocos refugios, donde un pequeño grupo de privilegiados – políticos, grandes empresarios y unos pocos científicos y técnicos – logren salvarse.
La segunda son millones de pequeños refugios, para que toda la población tenga una oportunidad de salvación. No hay recursos para las dos opciones, hay que elegir una.
El Gobierno, junto con la Reina de España, eligen la primera opción. Pero ni Leire Gómez, comisarario del Cuerpo Nacional de Policía, ni Arturo Montesanto, Ministro de Interior, están de acuerdo con la decisión del Gobierno y la Reina.
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