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Pino

El pino es, después de las plantas que consumimos en el yantar (cereales, verduras y frutas) o para vestirnos (algodón, lino…) la especie vegetal más usada por el ser humano. Podemos encontrar unas 110 especies, y, al ser un árbol de hojas perennes, se ha convertido en símbolo de inmortalidad y fuerza vital.  Es un buen ejemplo de como la vida lucha por subsistir. Por pobre que sea la tierra, casi sobre rocas desnudas, con poca agua el pino vive, desafiando los innumerables enemigos que le acechan. Aunque muchos piensen lo contrarios, los incendios forestales no son un enemigo del pino. Ha sabido aprovechar tal devastación para regenerar sus bosques, creando nueva vida.

Nuestra relación con el pino viene de lejos, hasta el punto que es el árbol que más mencionado en nuestro lenguaje cotidiano. Casi a diario usamos expresiones como: “hacer el pino”, “plantar un pino”, “los primeros pinitos” o “estar en el quinto pino”.  Se sabe que los primeros hombres modernos ya obtenían pegamento de su savia, y Plinio el Joven usó la palabra “pino” para describir la nube volcánica que sepultó Pompeya y Herculiano en agosto del 79 después de Cristo.

Del pino se aprovecha, prácticamente, todo. Con el paso del tiempo, muchas de esas utilidades se han perdido ya que sus materiales han sido sustituidos por otros más modernos o han perdido utilidad, como en el caso de antorchas y teas. Su corteza es muy usada en jardinería, como abono, como manto para evitar la mala hierba, combustible en fábricas, centrales térmicas, y de ella se extrae ciertos taninos muy imprescindibles en el curtido de pieles. De su pinaza (esas hojas alargadas que le hacen tan característico) se extrae el aceite esencial de pino (no describimos cómo se consigue, ya que es un proceso de destilación bastante complicado, que requiere instrumental y conocimientos especializados) que encontramos en artículos de limpieza, aromaterapia… De su savia se extrae la esencia de trementina; y de las astillas que sobran al trabajar su madera el pez, una especie de alquitrán pegajoso muy usado en la impermeabilización de embarcaciones, recubrir por dentro toneles y botas de vino, como remedio para algunas dolencias de la piel…Antiguamente, con sus raíces, la parte más resinosa del árbol, se fabricaban las mejores teas y antorchas, además de yesca para encender fuego. Se reservaban las piñas ya secas para ese mismo fuego; sus hojas, mezcladas con estiércol, eran un magnífico abono…Y, por supuesto, tenemos los piñones, imprescindibles en dulces, para acompañar carnes, y crudos, directamente cosechados de la piña son un manjar exquisito, incluso si no han llegado a su madurez.

El pino crece en el hemisferio norte. Sólo hay una especie que vive en el Hemisferio Sur, en la isla de Sumatra de donde es endémico. En nuestras latitudes es muy abundante, creciendo desde el nivel del mar hasta un poco más de los dos mil metros de altitud. Esta abundancia le hace ser una de las maderas más baratas y versátiles que existen. Si a esto le unimos su belleza, entendemos que veamos pino en, prácticamente, cualquier parte. Sirve para todo salvo para instrumentos de cocina, ya que aguanta mal las altas temperaturas de la olla o el lavaplatos. Y se ha usado para todo. Un claro ejemplo es la pinaza, una embarcación enteramente construida con pino. Ya la nombraba Alfonso X el Sabio en sus Partidas. Fue una nao pequeña, de una sola cubierta y tres mástiles. Usada en la guerra y en el transporte, era una nave veloz y muy maniobrable. Como curiosidad diremos que fue una pinaza inglesa la que empezó los combates contra la Armada Invencible.

Pino centenario

El pino tiene muchos enemigos. Aparte del mismo ser humano, carcoma y termitas son especies xilófagas apasionadas por el pino. Pero hay una especie que puede matar a todo un árbol, incluso a pinares enteros: la procesionaria.

Todos hemos visto esas bolsas de seda colgadas de los pinos (también podemos encontrarla en abetos y cedros) son los refugios de unos gusanos lepidópteros muy peligrosos, ya que pueden ocasionar la muerte de niños y animales. El peligro está en sus pelos urticantes, capaces de provocar una reacción alérgica que pueden llevar a la muerte si no se atiende inmediatamente. Por la noche salen de sus nidos, y se desplazan formando largar filas, como si fuera una procesión; de ahí su nombre. En esos desplazamientos caen pelos urticantes que conservan su veneno mucho tiempo, incluso flotan en el aire y son capaces de irritar la piel, ojos, oídos, boca y nariz.

Se alimenta de las hojas de los pinos (acículas) y como puede llegar a ser una gran plaga, son capaces de destrozar bosques enteros. El ser humano combate esta mortal plaga con insecticidas, bolsas con feromonas, y, si la plaga no es muy grande, a escopetazos. Efectivamente los técnicos usan escopetas con perdigones muy pequeños, en ocasiones pueden usar sopletes para quemar las bolsas aún colgadas de los pinos. Lo mejor para combatir esa plaga es fomentar los enemigos naturales de la procesionaria como el carbonero común, el cuco, urracas, cuervos, herrerillos, murciélagos (devoran las polillas de los gusanos) lirón careto…

Si en su jardín detecta alguna de estas bolsas en sus pinos lo mejor es llamar a un especialista. Pero si decide enfrentarse a ella directamente protéjase bien con varias capas de tela o un impermeable largo, guantes, gorra y gafas protectoras, y, por supuesto, niños y animales bien lejos. NUNCA TOQUE LA BOLSA CON LA PIEL DESNUDA. Descuelgue la bolsa con un palo y quémela procurando no respirar el humo del fuego. Por último, lave bien la ropa y una buena ducha.

Una buena idea es rodear el pino con cartones untados con pegamento para cazar ratones. Los gusanos se quedarán pegados. Luego, tiene que quemar el cartón con los gusanos. Manipule esos cartones con pinzas largas.

La madera de pino.

La madera de pino es amarillenta, blanda y con un veteado muy marcado. Su gran ventaja es su bajo coste y su color bastante neutro. Es apreciada en todos los oficios relacionados con la madera. Los muebles de pino combinan a la perfección con otros muebles de madera más oscura, todo tipo de pinturas y cuadra muy bien con otros materiales que no son de madera, como el acero, el bronce… Los muebles de pino son la base de la decoración “rural” que podemos ver incluso en el centro de grandes ciudades. Su aspecto crudo y resistente ayuda a crear ese ambiente de los que quieren rodearse de naturaleza, despreciando materiales más modernos.

Se trabaja muy bien, si se tiene la precaución de secarla (sufre deformaciones y fendas en el secado) convenientemente. La resina puede embotar la hoja de sierra, impedir un buen encolado o un buen acabado. Al trabajarla hay que tener en cuenta uno de sus grandes defectos: sus nudos, que son muchos, feos (no todos) y muy duros. Son los principales responsables de que la madera se agriete y deforme. En ocasiones es aconsejable quitar el trozo de madera con el nudo, y unir varias secciones que no tengan nudos. Se tinta bastante bien con los tintes especiales para madera incluso con pintura acrílica disuelta en agua. Pero absorbe mucho tinte, y luego es dificultoso cambiar el color. También acepta muy bien el barnizado, los tratamientos con cera, goma laca, etc. Y, por supuesto, antes de dar el acabado final hay que tomar la precaución de tratarla contra carcoma y termitas.

El Pino Rojo.

Es, tal vez, la madera de pino más apreciada por artesanos y torneros; que suelen despreciar las otras maderas de pino, al considerarlas un poco vulgares y difíciles de trabajar. Su color amarillo claro y rosado, además de su contundente veteado, le da una belleza difícil de igualar. Perfecta para piezas segmentadas, ya que su color contrasta con el color rojo del sapelli o el marrón del iroko. Incluso se pueden elaborar piezas segmentadas solo de pino rojo, jugando con su veteado muy marcado. La madera de pino rojo es de gran calidad, aunque hay que sortear sus bolsas de savia y sus nudos, que no siempre son feos. Son muchos los artesanos que aprovechan esos nudos para resaltar la belleza de una pieza de madera de pino.

Pepe Bataller

Ollería.

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